Por Taiana González. Desde la Redacción de APM
Paraguay se suma a los gobiernos populares de la región. Además marca la historia del continente, al convertirse en el primer ex obispo que alcanza la presidencia de un país latinoamericano.
El escenario político de Latinoamérica, con el paso del tiempo se ha visto modificado por el ascenso de nuevos líderes. Uno de los casos trascendentes, fue el de Evo Morales, un aymará que por primera vez llegó a ocupar la presidencia en Bolivia. En Chile y Argentina la figura presidencial por primera vez es femenina. En Paraguay la situación no es menos llamativa, puesto que un ex obispo católico, fue electo presidente por primera vez en América Latina, con más del 40 por ciento de los votos. La Alianza Patriótica para el Cambio (APC), que triunfó en las elecciones del 20 de abril, es una alianza de centro izquierda que logró aglutinar a la oposición de Nicanor Duarte Frutos.
La ceremonia llevada a cabo el 15 de agosto en la sede del Congreso de la República, dio inicio a un “nuevo Paraguay” según palabras del propio Fernando Lugo. La llegada del ex obispo, al Palacio de los López, sede del gobierno paraguayo, marca la historia política del país, porque pone fin a la hegemonía del conservador Partido Colorado, que se mantuvo en el poder por más de 6 décadas. Un dato a tener en cuenta es que Lugo protagoniza el primer cambio de gobierno pacífico en Paraguay, desde el surgimiento de los primeros partidos políticos, hace más de 120 años.
El ex obispo que obtuvo su reducción al estado laical, en una decisión sin precedentes de la Santa Sede, al asumir formalmente el cargo que ocupará hasta el 2013, se convierte en el sexto gobernante del país, desde la instauración de la democracia, en 1989, tras el derrocamiento del general Alfredo Stroessner (1954 – 1989).
Utilizando las palabras dichas por el presidente ecuatoriano, Rafael Correa, la victoria del obispo formado en la Teología de la Liberación, impone en la región “el socialismo del siglo XXI" como rebeldía contra el neoliberalismo. Con el ascenso de Lugo, Paraguay se suma a los gobiernos sudamericanos considerados populistas, entre los que se encuentran Argentina, Brasil, Bolivia, Chile, Ecuador, Uruguay y Venezuela.
Tanto a nivel nacional como internacional, hay una gran expectativa sobre su gestión, dado que prometió terminar con la pobreza y la corrupción, que afecta casi a la mitad del pueblo paraguayo. "El 15 agosto asumo una responsabilidad muy grande (...) espero ejercer el poder sin olvidar mi vocación de servicio y no defraudar la ilusión y la esperanza que tiene la ciudadanía", resaltó el ex obispo.
Durante la presidencia de su antecesor -Duarte Frutos- la situación social paraguaya se vio fuertemente afectada. Tanto es así, que miles de ciudadanos dejaron el país buscando empleos. Además los precios minoristas se dispararon y el índice de pobres extremos aumentó casi un 20 por ciento.
Dada la situación que se vive, el nuevo presidente se ve obligado a mejorar la economía del país, y a limitar la dependencia hacia la producción de soja, ya que esta, no genera los puestos de trabajo que Paraguay necesita para dejar de ser uno de los países latinoamericanos más pobres.
Según el analista económico Ricardo Rodríguez Silvero, “la cuestión social es sumamente deficitaria, por lo que será necesario poner énfasis en la creación masiva de puestos de trabajo porque la correlación que existe entre el aumento de la miseria y los subempleados es grave".
Una de las prioridades con las que Lugo llega a la presidencia, es luchar contra la pobreza. Para poder hacerle frente a este problema, el ahora presidente, anunció en un canal de Asunción, que será necesario crear impuestos -especialmente a la exportación de soja y carne-, a fin de aumentar la recaudación. De acuerdo a lo declarado por el mandatario paraguayo, estos futuros impuestos, son el camino elegido para desarrollar "una vigorosa política social, que ayude a miles de compatriotas a salir de la miseria en que viven”.
Durante la gestión del saliente presidente, Nicanor Duarte Frutos, los niveles de pobreza rondaron el 40 por ciento, y la indigencia aumentó en un 20 por ciento. Esa situación, de acuerdo a datos oficiales, se traduce en la existencia de 2,1 millones de habitantes que viven en la pobreza, de los cuales casi un millón no pueden cubrir sus necesidades básicas y se ven obligados a vivir con dos dólares diarios o menos.
Es por todo esto, que el flamante presidente afirmó que “los gastos públicos se focalizarán en los más necesitados, pues sólo de esa forma se podrá saldar la deuda social acumulada por décadas de indiferencia y corrupción".
Las medidas propuestas por el nuevo mandatario, que se llevarán a cabo durante los 100 primeros días de gestión, según sus propias palabras, se centrarán en un “… plan para disminuir el alto índice de desocupación y para poder paliar la alimentación, la salud, de gran parte de la ciudadanía…”.
Otro punto importante dentro de su política, será la distribución de las tierras, un problema antiguo pero no menor. Según el paraguayo Martín Almada, Premio Nobel Alternativo de la Paz, el problema de la tenencia de la tierra comenzó en la llamada “Guerra de la Triple Alianza” (1865-1870) cuando Argentina, Brasil y Uruguay se prestaron a los intereses del imperio ingles.
Hay que tener en cuenta que Paraguay, es el país de Latinoamérica con el mayor desequilibrio de riqueza, ya que mientras 500 familias poseen el 90 por ciento de las tierras, otras 350.000 carecen de ellas. Es por este motivo que una de las tareas prioritarias del nuevo gobierno, será la reforma agraria, partiendo por la creación de un catastro nacional para determinar quiénes son los dueños de la tierra.
La Reforma Agraria Integral pretende modificar más de doce millones de hectáreas que constituyen los recursos naturales del país. Para que dicha reforma contemple todos los intereses -o la mayoría-, necesariamente “…los sin tierra, los dueños de los latifundios y el Estado deberán formar mesas de conversación en vistas a la concreción de una reforma agraria integral”, señaló Lugo.
Fernando Lugo prometió en su discurso de asunción, impulsar una educación "para el cambio social con una irrestricta defensa de los derechos humanos”, porque de esa manera el país logrará alcanzar una mayor equidad social, y aseguró que con su equipo de gobierno están trabajando en planes de salud y educación para ponerle fin a la exclusión.
Además invitó a las Fuerzas Armadas a dignificarse, eliminando de sus filas la corrupción y a acompañar a la población, dejando atrás las operaciones tenebrosas que fueron llevadas a cabo durante tantos años. “…Nuestro gobierno pretende que estas Fuerzas Armadas caminen aliadas con la comunidad (…) no queremos un soldado que infunda temor, sino uno que genere confianza", expresó Lugo.
En materia de diplomacia, el nuevo presidente anunció que emprenderá un nuevo modelo en sus relaciones internacionales, siguiendo la vida de integración latinoamericana. La llegada de Fernando Lugo al Palacio de los López, mucho tuvo que ver con las promesas hechas en torno a las hidroeléctricas.
En su campaña electoral, el ex obispo prometió luchar por la recuperación total de la soberanía energética. “Vamos a iniciar un proceso de negociaciones con nuestros grandes vecinos, Brasil y Argentina, para un beneficio justo y equitativo de la energía producida por las represas de Itaipú y Yacyretá, respectivamente. Así tendremos una fuente de divisas extraordinaria, para emprender obras de desarrollo para la población”, declaró el ahora presidente paraguayo.
A partir del Tratado de Itaipú, firmado con Brasil, se creó la represa, que hoy se ha convertido en la mayor hidroeléctrica del mundo en operación. Al ser una empresa binacional, los dos países tienen derecho a la mitad de la energía generada en ella. Pero como Paraguay tan sólo necesita el 17 por ciento de dicha energía - 7.500.000 megavatios/hora- , el resto es vendido a Brasil a precio de costo, porque así lo establece el acuerdo firmado en 1975. Éste además le impide a Paraguay vender energía a cualquier país que no sea Brasil.
Lo que el nuevo mandatario propone, es multiplicar por siete lo que Brasil paga por la electricidad generada en la represa de Itaipú, o que al menos, se le permita a Paraguay vender a terceros y a precios de mercado la energía que el país no consume. Lo que se busca con esta renegociación, es mejorar los ingresos del país.
En una conferencia realizada semanas atrás, el portavoz de Luiz Inacio Lula Da Silva, Marcelo Baumbach, afirmó que Brasil "es conciente de las asimetrías económicas" existentes dentro del Mercado Común del Sur (Mercosur), pero descartó, al igual que el presidente brasileño, cualquier negociación del Tratado de la hidroeléctrica binacional de Itaipú. "Es perfectamente posible encontrar formas de ayudar a Paraguay en el campo energético sin necesidad de revisar el tratado de Itaipú", aseguró Baumbach.
El presidente brasileño fue uno de los mandatarios que se hizo presente en la asunción de Lugo. Sin embargo, en el viaje realizado a Paraguay, no hubo ninguna reunión bilateral para tratar el tema de la soberanía energética. En declaraciones hechas a la prensa paraguaya, Lula manifestó estar de acuerdo en negociar con Paraguay, aunque es necesario resaltar que puso límites al aumento de tarifas propuesto por su par paraguayo.
Una situación similar se vive con Argentina. A partir del Tratado Jasyretâ firmado en 1973, se estableció que los estados de Paraguay y Argentina se comprometían a emprender una obra común en condiciones igualitarias. Pero Paraguay, tan solo consume el 5 por ciento de la energía que produce la represa Yacyretá, construida por ambos países sobre el río Paraná, razón por la cual le vende el resto a la Argentina a un precio menor al de mercado.
Actualmente, se está llevando a cabo el Plan de Terminación del Emprendimiento Binacional, por eso la conclusión de las obras de la represa, es una de las prioridades del gobierno que desde el viernes 15 encabeza Fernando Lugo.
Para lograr un “beneficio justo y equitativo” el presidente paraguayo, exige además que se reduzca el nivel del embalse hasta la terminación de las obras complementarias, dado que la elevación del mismo, puso en emergencia medioambiental y sanitaria a las ciudades de Encarnación y Carmen del Paraná.
Como era de esperarse, en el primer discurso oficial, los reclamos energéticos hacia Argentina y Brasil estuvieron presentes “obedientes al mandato acudiremos ante nuestros pares en el afán de encontrar que estas `causas nacionales` se transformen en `causas binacionales’”.
La tarea que recae sobre el nuevo mandatario paraguayo, no será fácil de llevar adelante porque deberá gobernar con un Parlamento controlado por la oposición. La falta de respaldo dentro del Congreso, hizo que el partido de Lugo busque un acuerdo, con la Unión Nacional de Ciudadanos Éticos (UNASE), del ex general Lino Oviedo.
Lo cierto es que en Paraguay existen grupos rivales, que incluso antes de su ascenso, comenzaron a realizar campañas para desestabilizar al nuevo gobierno. Semanas antes de la asunción, tanto el ex obispo de San Pedro, como Federico Franco -quien asumió como vicepresidente- denunciaron la existencia de un complot “para generar un clima de desconcierto y malestar en el país, de modo a atribuirlo al nuevo gobierno”. No es casual que los cuestionamientos contra Lugo hayan sido difundidos en los medios de comunicación, puesto que éstos están controlados por el Partido Colorado.
Incluso dentro de la propia coalición que lo llevó al poder, el presidente encuentra resistencia. Eso se debe a que el ex sacerdote, ha designado a sus ministros sin ceder a todas las exigencias del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), segunda fuerza electoral y soporte de la Alianza Patriótica para el Cambio.
La designación como canciller, del ex embajador paraguayo en el Líbano, Alejandro Hamed Franco, fue muy criticada por la oposición y también por los miembros del PLRA -aunque en menor medida-, por no haber sido consultados. Las críticas tienen su base en el hecho de que Hamed, está acusado por la supuesta concesión irregular de visas, a ciudadanos libaneses que huyeron de su país en medio del bombardeo israelí de julio de 2006.
Pasaron casi 4 meses de las elecciones que consagraron al ex obispo como presidente de Paraguay, y dos de aquel acontecimiento que casi adelanta el traspaso en el mandato, tras la renuncia frustrada de Duarte Frutos. Finalmente el 15 de agosto, el titular del Congreso, Enrique González Quintana, le entregó la banda presidencial y el bastón de mando a Fernando Lugo.
La ceremonia de investidura contó con la presencia de los mandatarios de Argentina, Brasil, Bolivia, Venezuela, Chile, Ecuador, como así también del príncipe Felipe de Borbón y del estadounidense y Premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, que tendrá a su cargo el diseño del programa económico que será llevado a cabo por el nuevo gobierno.
Frente a miles de personas agrupadas en la plaza frente al Congreso, Lugo dio su primer discurso como presidente de la nación, haciendo hincapié en la transformación que vivirá su país a partir de ahora. “Hoy termina un Paraguay exclusivo, secretista y con fama de corrupto y se inicia la historia de un Paraguay cuyas autoridades y pobladores serán implacables con los ladrones de su pueblo”.
A pesar de los obstáculos que debe enfrentar el nuevo gobierno, la mirada de Fernando Lugo es optimista, por eso se propone mirar hacia delante y trabajar por el futuro de Paraguay.
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