Por María Eva García Simone. Desde la Redacción de APM
Entre el 28 de este mes y el primero de julio, los mandatarios de los países sudamericanos se reunirán en Tucumán, la provincia del norte argentino. Algunos temas que tendrían que estar en la agenda.
La XXXV Cumbre de Jefes de Estado del Mercado Común del Sur (Mercosur) que se desarrollará en los próximos días, contará con la presencia no sólo de los miembros plenos del bloque sino que, también, con los Jefes de Estado de Venezuela, Chile, Perú, Ecuador, Bolivia y Colombia. Hasta el momento se aguarda la confirmación de la participación de México, El Salvador y Honduras.
La Cumbre de los presidentes será el 30 de junio y primero de julio, mientras que desde el 28 de junio tendrá lugar, en la misma ciudad, la Cumbre de Organizaciones Populares por la Integración Soberana.
Será en la Universidad Tecnológica Nacional de Tucumán y está convocada bajo la consigna "Construyendo alternativas para profundizar los cambios y derrotar al neoliberalismo".
En este sentido, será de vital importancia que el hilo conductor de la misma gire en torno a determinadas cuestiones que son decisivas en la coyuntura política, económica y social de la región.
¿Cuáles deberían ser las aristas tratadas en la Cumbre para que la misma resulte productiva y benéfica para el proceso de integración que vive Latinoamérica?
Estas cuestiones son muchas y muy variadas pero algunas de las más destacadas y que requieren de un profundo análisis son: la Soberanía Alimentaria, el desarrollo del Banco del Sur y del Consejo Sudamericano de Defensa, la situación de Bolivia en torno a la “media luna”, la “directiva retorno” aprobada por la UE, entre otros tópicos sobre los cuales deberían pronunciarse los países latinoamericanos convocados.
Con respecto a la crisis alimentaria, es uno de los asuntos que más preocupa a las naciones latinoamericanas debido a la creciente demanda externa de productos regionales y al constante proceso de monocultivo que azota a la región, avalado por los beneficiosos precios internacionales de commodities, como por ejemplo de la soja, y por el acrecentamiento de las producciones para agrocombustibles, tal es el caso de Brasil.
El concepto de Soberanía Alimentaria hace referencia a la autonomía que deben tener los Estados para definir sus políticas económicas y de producción, cuestión que actualmente se encuentra en crisis debido a los factores mencionados anteriormente.
Los Estados latinoamericanos deberían aprovechar esta Cumbre para poner en común políticas que permitan garantizar el abastecimiento de alimentos a sus poblaciones, restringiendo las acciones especulativas de los grandes productores que giran sus cosechas hacia mercados como el chino, uno de los grandes consumidores de alimentos primarios de estos últimos tiempos.
En tal aspecto, la discusión sobre la producción de granos en la región debería centrarse en el destino de los mismos, contraponiendo los intereses especulativos con los reales intereses de las poblaciones latinoamericanas.
Las políticas de Soberanía Alimentaria deberían primar en la discusión y en el accionar de los Estados sudamericanos por sobre el tema de los agrocombustibles, que no sólo generan deterioros a nivel ambiental sino que también ponen en riesgo la autonomía alimentaria de la región.
La Cumbre debería pronunciarse mediante medidas concretas que pretendan dar resultados más factibles en cuanto a la realidad de la región, alejándose, por ejemplo, de aquellas resoluciones foráneas y desconocedoras de la coyuntura latinoamericana, como las producidas en el reciente Congresos de la FAO en Roma.
En ella, si bien los países miembros se comprometieron a reducir a la mitad el número de personas que sufren hambre para el año 2015, no se incluyeron temas de vital importancia. Uno de ellos y uno de los más polémicos: los agrocombustibles.
En este sentido, el presidente de Bolivia, Evo Morales, contrario a la expansión de las políticas de fomento de agrocombustibles propiciadas por su par brasileño Lula Da Silva, propone destinar la producción de alimentos para alimentar a las personas de la región con el objetivo solucionar el hambre que azota a millones de latinoamericanos que sufren las consecuencias del libre mercado y del capitalismo voraz.
Otro de los tópicos que preocupa al mandatario boliviano y por el cual solicita respaldo a sus homólogos, es el reclamo de los prefectos de la ultraderecha boliviana de la “medialuna” - Beni, Pando, Santa Cruz y Tarija - por conseguir su autonomía, propiciando una desintegración dentro de Bolivia y de la región, en general.
Lo que se pretende es irrumpir en el gobierno popular de Morales socavando las leyes y la Constitución Nacional mediante esta toma de decisiones separatistas propiciadas por la oligarquía boliviana y por los sectores de poder voceros del proyecto neoliberal propagado desde los países hegemónicos en Latinoamérica.
Escudados detrás de las llamadas “autonomías departamentales”, las clases altas y medias urbanas se oponen al Presidente boliviano por su origen indígena y por sus políticas de recuperación de los bienes nacionales que pretende romper con años de poder tradicional en el país para proyectar mejoras socioeconómicas.
En tal sentido, los países plenos del Mercosur así como los socios y aquellas naciones latinoamericanas que no conforman el bloque pero que pretenden la integración regional, deberían considerar a la próxima Cumbre como una oportunidad de apoyo y respaldo al Gobierno boliviano de Evo Morales que fue elegido democráticamente, y que se encuentra casi sitiado por los “separatistas”, que motivados por intereses económicos pretenden apropiarse de zonas ricas en recursos naturales.
Si bien esta situación se halla desencadenada a mayor escala y con mayor profundidad y riesgo en Bolivia, ningún país latinoamericano se encuentra exento de que esto le pueda llegar a suceder debido a que en cada uno de ellos existen fuerzas opositoras y voceras de los grandes bloques hegemónicos que buscan la desintegración del continente.
Bolivia está pasando por una crítica realidad caracterizada por la violencia que ejercen los sectores del oriente boliviano hacia los campesinos que apoyan a su líder y por la inconstitucionalidad de sus acciones, tales como los referendos llevados a cabo sin el aval de la Corte Nacional Electoral (CNE).
Por este motivo, es urgente una declaración práctica sobre esta cuestión que comprometa la solidaridad de los países vecinos y respalde la democracia de Bolivia ante los infortunios separatistas.
Por otro lado, cabe destacar que el Consejo Sudamericano de Defensa, es un proyecto surgido en el seno de la cancillería brasileña luego de la creación de la Unión Sudamericana de Nacionaes (UNASUR).
Éste tiene la finalidad de generar un conjunto de fuerzas armadas regionales y supranacionales tendientes a la defensa de los intereses de Latinoamérica, sobre todo en términos geoestratégicos, de preservación de recursos naturales ante el ingreso de fuerzas extranjeras que pretendan su apropiación.
Dicha temática fue retomada por el Presidente de Paraguay, Nicanor Duarte, en el marco de la celebración en conmemoración del final de la Guerra del Chaco que enfrentó a Bolivia con la República de Paraguay (1932-1935), llevada a cabo en La Paz.
Esta aspiración, que de concretarse sería muy benéfica para la unidad regional y la defensa recíproca del territorio, podría tratar cuestiones tales como: los movimientos separatistas en Bolivia; el clima de tensión provocado entre Colombia y Venezuela; los conflictos entre Bogotá y Quito producto de la incursión militar del ejército colombiano contra un campamento de las FARC que se estableció en Sucumbíos, Ecuador; entre otras que ponen en riesgo la integración de los países vecinos.
La creación de fuerzas militares en común generaría un cambio en el contexto militar mundial y, a su vez, en las relaciones entre los países hegemónicos y la región, sobre todo, si se hace hincapié en el resguardo de la zona amazónica, uno de los principales puntos de interés para los primeros en cuanto a sus riquezas y su ubicación estratégica.
Otro de los puntos que se incluyen en esta “receta” para una exitosa Cumbre, es el Banco del Sur y su desarrollo a futuro. Dicha institución financiera multilateral, creada el año pasado, se ha convertido en la oportunidad para que los países sudamericanos puedan financiarse entre sí, independizándose de las inversiones externas que acrecientan las deudas viciadas de intereses cada vez mayores en post de los beneficios de las grandes potencias europeas y de Estados Unidos.
Por este motivo, es de vital importancia su tratamiento dentro de la Cumbre que se hará en Tucumán, sobre todo, teniendo en cuenta que esta entidad no tuvo mayor desarrollo desde su creación en noviembre de 2007 en Caracas, Venezuela.
El factor económico y financiero es uno de los más preocupantes para los Estados latinoamericanos y que generan mayor dependencia con el exterior propiciando la pobreza y delimitando el crecimiento sustentado del territorio.
Otra de las cuestiones a tratarse debería ser el próximo y preferentemente cercano ingreso de Venezuela al bloque para conformar, de esta manera, un Mercosur más fuerte y estable que cuente con la participación plena de este país de gran relevancia para la región.
El bolivariano Hugo Chávez, a través de sus políticas de nacionalización de los recursos naturales, podría ser un muy buen ejemplo para Estados, como el argentino, que aún no han iniciado el proceso de estatización. Además, su ingreso representaría una alianza fortificada que pretenda seguir con la ruptura de los lineamientos neoliberales en la región expuestos principalmente por Washington.
Por último, esta reunión de jefes de Estado se ofrece como una buena oportunidad para que, en conjunto, los países sudamericanos eleven una protesta formal contra la “directiva retorno” aprobada días atrás por el parlamento de la Unión Europea. Esta medida prevé la criminalización de la inmigración y ha sido rechazada por todos los gobiernos de la región.
Estos fueron los “ingredientes” que deberían conformar la reunión para que la misma dé como resultado medidas que puedan ser puestas en práctica en la coyuntura regional y no queden como meras palabras de una reunión más de los mandatarios latinoamericanos.
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